martes, 25 de junio de 2013

MANUEL RODRÍGUEZ, ¿PADRE DE LA PATRIA?

Manuel Rodríguez, fue un auténtico hombre público y soldado de la patria. Sus opositores no pudieron aceptar que tuviera como cualidad, estudios filosóficos y de leyes. Fueron tantas las condiciones de patriotas, que el pueblo chileno lo ensalzaba de augurios, como ejemplo para muchos. Le inventaron conspiraciones solo por envidia de sus capacidades, que lo llevaron a la muerte, por ser un escollo de muchos que le temían por simpatía del populacho de ese entonces. Junto a José Miguel Carrera y sus hermanos forman para la historia futura como los verdaderos liberadores de la patria. También  creo que Bernardo O’Higgins fue un Traidor porque Manuel Rodríguez lo ayudo a conquistar y él se quedó con el crédito luego Manuel Rodríguez se rebeló ante él y lo encarcelo y luego lo mando a matar por uno de sus amigos, así que podríamos decir que es un traidor a la patria por matar a uno de los hombres más importantes de la historia de chile
Manuel Rodríguez era hijo del español Carlos Rodríguez de Herrera y de María Loreto de Erdoiza, peruana, y nació el 25 de febrero de 1785. Desde pequeño mostró aptitudes intelectuales y una personalidad vivaz. En 1804 recibió su doctorado en Leyes en la Universidad de San Felipe y fue admitido como abogado por la Real Audiencia.
Ferviente patriota, en 1811 fue nombrado procurador del Cabildo de Santiago, pero a los pocos días fue designado secretario de Estado en la cartera de Guerra. Después de demostrar su inocencia ante la acusación de conspirar contra José Miguel Carrera, de quien había sido su amigo primero y, en 1813, su secretario particular, fue nombrado como secretario de Gobierno y Hacienda. Sin embargo, la derrota de Rancagua, en 1814, que significó el fin de la primera etapa de la emancipación de Chile de España, lo obligó a huir a Mendoza. Fue en esa ciudad donde se ganó la simpatía del general argentino José de San Martín, uno de los principales caudillos del proceso revolucionario de América del Sur. San Martín le encomendó que le informara sobre el movimiento de las tropas realistas en nuestro país y que hiciera creer que las fuerzas patriotas cruzarían por el sur de la cordillera. Así, la milicia realista, cuya mayoría de soldados estaba concentrada en la zona central, se dividiría perdiendo su fortaleza.
Todos estos objetivos Rodríguez los cumplió con creces, a través de aventuras plenas de valentía y astucia, que dieron origen a su leyenda. La popularidad que adquirió Rodríguez, más sus tendencias carrerinas, fueron mal vistas por el nuevo gobierno dirigido por Bernardo O'Higgins. Según algunos autores, para alejarlo de Chile se le ofreció una misión diplomática en Estados Unidos, que él rechazó.
Dos veces estuvo en prisión, una de ellas acusado de conspirar a favor de José Miguel Carrera (contrario a O'Higgins), hasta que San Martín lo nombró auditor de guerra del Ejército en 1817.
En 1818 ocurre el desastre de Cancha Rayada, donde los realistas casi aniquilaron al ejército patriota. Fue una nueva oportunidad para que Rodríguez demostrara su capacidad de reacción. Animó a la ciudad con la célebre frase ¡Aún tenemos patria, ciudadanos! y formó los Húsares de la Muerte, un escuadrón militar. Además, por voto popular, ejerció por dos días el cargo de director supremo interino.
Una vez recuperado el control de la situación, gracias a la batalla de Maipú (5 de abril de 1818), se disolvió el escuadrón creado por Rodríguez y a él se le encerró en el cuartel San Pablo por su protesta pública contra el fusilamiento de los hermanos Carrera (Juan José y Luis), acusando a O'Higgins y San Martín de ser sus autores intelectuales.

Una vez preso fue conducido a Valparaíso, pero cerca de Til Til fue asesinado (26 de mayo de 1818) por sus captores, quienes alegaron que había intentado escaparse. Su sospechosa muerte provocó descontento popular y arrojó una sombra sobre el gobierno de O'Higgins.

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