Manuel Rodríguez, fue un
auténtico hombre público y soldado de la patria. Sus opositores no pudieron
aceptar que tuviera como cualidad, estudios filosóficos y de leyes. Fueron
tantas las condiciones de patriotas, que el pueblo chileno lo ensalzaba de
augurios, como ejemplo para muchos. Le inventaron conspiraciones solo por
envidia de sus capacidades, que lo llevaron a la muerte, por ser un escollo de
muchos que le temían por simpatía del populacho de ese entonces. Junto a José
Miguel Carrera y sus hermanos forman para la historia futura como los
verdaderos liberadores de la patria. También
creo que Bernardo O’Higgins fue un Traidor porque Manuel Rodríguez lo
ayudo a conquistar y él se quedó con el crédito luego Manuel Rodríguez se
rebeló ante él y lo encarcelo y luego lo mando a matar por uno de sus amigos,
así que podríamos decir que es un traidor a la patria por matar a uno de los
hombres más importantes de la historia de chile
Manuel Rodríguez era hijo
del español Carlos Rodríguez de Herrera y de María Loreto de Erdoiza, peruana,
y nació el 25 de febrero de 1785. Desde pequeño mostró aptitudes intelectuales
y una personalidad vivaz. En 1804 recibió su doctorado en Leyes en la
Universidad de San Felipe y fue admitido como abogado por la Real Audiencia.
Ferviente patriota, en 1811
fue nombrado procurador del Cabildo de Santiago, pero a los pocos días fue
designado secretario de Estado en la cartera de Guerra. Después de demostrar su
inocencia ante la acusación de conspirar contra José Miguel Carrera, de
quien había sido su amigo primero y, en 1813, su secretario particular, fue
nombrado como secretario de Gobierno y Hacienda. Sin embargo, la derrota
de Rancagua, en 1814, que significó el fin de la primera etapa de la
emancipación de Chile de España, lo obligó a huir a Mendoza. Fue en esa ciudad
donde se ganó la simpatía del general argentino José de San Martín, uno de
los principales caudillos del proceso revolucionario de América del Sur. San
Martín le encomendó que le informara sobre el movimiento de las tropas
realistas en nuestro país y que hiciera creer que las fuerzas patriotas
cruzarían por el sur de la cordillera. Así, la milicia realista, cuya mayoría
de soldados estaba concentrada en la zona central, se dividiría perdiendo su
fortaleza.
Todos estos objetivos
Rodríguez los cumplió con creces, a través de aventuras plenas de valentía y
astucia, que dieron origen a su leyenda. La popularidad que adquirió Rodríguez,
más sus tendencias carrerinas, fueron mal vistas por el nuevo gobierno dirigido
por Bernardo O'Higgins. Según algunos autores, para alejarlo de Chile se
le ofreció una misión diplomática en Estados Unidos, que él rechazó.
Dos veces estuvo en prisión,
una de ellas acusado de conspirar a favor de José Miguel Carrera (contrario a
O'Higgins), hasta que San Martín lo nombró auditor de guerra del Ejército en
1817.
En 1818 ocurre
el desastre de Cancha Rayada, donde los realistas casi aniquilaron al
ejército patriota. Fue una nueva oportunidad para que Rodríguez demostrara su
capacidad de reacción. Animó a la ciudad con la célebre frase ¡Aún tenemos
patria, ciudadanos! y formó los Húsares de la Muerte, un escuadrón
militar. Además, por voto popular, ejerció por dos días el cargo de director
supremo interino.
Una vez recuperado el
control de la situación, gracias a la batalla de Maipú (5 de abril de
1818), se disolvió el escuadrón creado por Rodríguez y a él se le encerró en el
cuartel San Pablo por su protesta pública contra el fusilamiento de los hermanos
Carrera (Juan José y Luis), acusando a O'Higgins y San Martín de ser sus
autores intelectuales.
Una vez preso fue conducido
a Valparaíso, pero cerca de Til Til fue asesinado (26 de mayo de
1818) por sus captores, quienes alegaron que había intentado escaparse. Su
sospechosa muerte provocó descontento popular y arrojó una sombra sobre el
gobierno de O'Higgins.
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